Parte 1: Contexto histórico y necesidades personales
-¿Por qué no comenzamos un podcast?,
-Deberías hacerte un canal de Youtube.
–Maquillas muy bien, ¿por qué no te haces una cuenta de Instagram?
No hay duda de que conforme pasa el tiempo, aumenta la frecuencia con la que escuchamos estas frases en la vida cotidiana. Las redes sociales están saturadas de gente ofreciendo sus productos y servicios, habilidades, conocimientos y hasta estilos de vida.
El contenido emerge sin cesar; las opiniones, las fotografías, los likes y un desfile de personalidades en busca de ser atendidas, leídas, escuchadas, vistas y gustadas en ocasiones cae en el exhibicionismo.
Pero, ¿por qué tal necesidad de expresarnos mediante los medios digitales?, ¿es una cuestión de autoestima?, ¿un instinto de supervivencia?, ¿de una crisis humanitaria?
El lenguaje como herramienta
El lenguaje oral es una de las habilidades principales que el humano primitivo fue desarrollando como herramienta en la lucha por la sobrevivencia. En un entorno salvaje, hombres y mujeres prehistóricos se encontraban prácticamente indefensos, si les comparamos con otras especies del reino animal.
A la par del lenguaje, fue desarrollando otro tipo de recursos, materiales e inmateriales, para poder adaptarse a ese contexto natural anárquico. Estas herramientas, que hoy conocemos como cultura, van desde los utensilios hasta los rituales que le sirvieron de una suerte de prótesis, en palabras del antropólogo Roger Bartra, que compensaría su escaso potencial de sobrevivencia como especie animal.
Aprender y optimizar los conocimientos que, de forma abstracta y simbólica, se iban comunicando de humano a humano y de una generación a otra en un proceso de socialización, fue y sigue siendo tarea implícita de las sociedades que aún en nuestros días luchan por la prevalencia.
Por qué nos expresamos
La expresión es un motor evolutivo. Comunicar los saberes, las emociones o las ideas a través del lenguaje simbólico, es algo que diferencia a la humanidad del resto de especies animales.
Gracias a la comunicación, la cultura fue desarrollándose rápidamente hasta dar lugar a civilizaciones complejas.
Evolucionó, incluso más rápido que nuestra fisionomía, y de manera correlativa. Nuestras manos se adaptaron a las herramientas, nuestra piel y pelo a las vestiduras y nuestro cerebro enfocó su desarrollo en las áreas que más utilizaba, en detrimento de las que, a causa de la tecnología, iba dejando de lado.
Continuando con la complejización de las competencias y la necesidad de expresión, en las sociedades humanas surgen la escritura, la lectura, y las formas del arte; la música, la pintura, el teatro y la narrativa. Los humanos generan cada vez más complejos recursos para exteriorizar sus sentimientos y necesidades.
Para Paula Sibila (2008), la escritura de cartas además de convertirse en un género narrativo, fue una práctica que invitó a sus autores a la privacidad y a la introspección, pero también a la exposición; uno se expresaba para el otro y para sí mismo.
Siguiendo con este continum de desarrollo cultural y la intrínseca necesidad humana de comunicar, llega la Internet, evolucionando las formas y temporalidades de los contactos sociales con el nuevo paradigma de la inmediatez.
Plataformas como Whatsapp, Instagram, Twitter y Facebook, mediante las que es posible interlocutor en cualquier parte del mundo, son un ejemplo representativo de las características de nuestra actual sociedad; las comunicaciones se vuelven tan globales como inmediatas.
La necesidad de auto-contarse
Pero con las redes sucede algo distinto que con las cartas. Para comunicarse a través del sistema postal se necesitan tan solo dos interlocutores, cuando una lista de amigos de Facebook tiene un límite de hasta 5000 usuarios. En la red no se cuenta para una sola persona, sino para un público.
El uso de las redes puede generar comportamientos compulsivos y narcisistas, si las condiciones previas lo permiten. La adicción a las redes es un problema de salud moderno. Trastornos como ansiedad y depresión pueden estar muy ligados a su uso compulsivo.
Hablar de uno mismo se torna una necesidad, pero también surge la curiosidad de hurgar en la vida del otro. El uso de las redes puede generar comportamientos compulsivos y narcisistas, si condiciones psicológicas previas lo permiten. La adicción a las redes es un problema de salud moderno.
Los mercadólogos Teith Wilcox y Andrew T. Stephen encuentran en el tratamiento del autoestima, la clave para entender el uso de las redes sociales.
Según los mercadólogos, al exponernos buscamos un tipo de recompensa; una aprobación del público para el que posteamos. La gratificación como recompensa eleva el autoestima. Sin embargo, este sentimiento puede derivar en un comportamiento compulsivo o exhibicionista. Al ser el Internet un lugar donde se puede obtener una gratificación inmediata, y para algunas personas, el único lugar dónde conseguirla, publicar puede volverse una adicción.
Pero, reducir la necesidad de exponernos a una cuestión de autoestima sería negar nuestra condición como seres sociales. Si bien, el autoestima es el valor que nos damos a nosotros mismos, los parámetros que usamos para medirlo dependen de cánones sociales y paradigmas en constante cambio. En todo caso, se refiere a uno de los paradigmas imperantes en la actualidad: el individualismo.
Este artículo continúa en la parte 2: El individualismo y el sociedad. Postear en redes sociales. ¿Exhibicionismo o necesidad?
Bibliografía:
Bartra, R. (2007) Antropología del cerebro. La conciencia y los sistemas simbólicos. FCE. México.
Sibila. P. (2008). La intimidad como espectáculo.
Wilcox, K. y Stephen, A.(2012) Are close friends the enemy?Social Networks, Self-Esteem, and Self-Control. Journal of Consumer Research, Forthcoming
Columbia Business School Research Paper No. 12-57