En los últimos meses, los seres alienígenas han tenido una agenda muy apretada. Sus apariciones públicas en medios han sido frecuentes desde que en abril del 2023 el Pentágono publicó un informe sobre su avistamiento por parte de militares estadounidenses y que un mes después, un piloto comercial afirmara haber visto uno sobre el cielo de Nevada.
En Agosto de este mismo año, el gobierno estadounidense incluso dedicó un sitio web a la AARO (All-domain Anomaly Resolution Office) oficina que desde el 2022, se dedica a registrar los Fenómenos Anómalos No Identificados. La fama de los viajeros intergalácticos ha sido tal, que los llevó a una gira por Latinoamérica. Pero claro que no visitaron a ningún hijo de vecino, como todo diplomático fueron recibidos en el mismísimo Congreso del Estado, para participar en una audiencia pública junto a su íntimo y eterno amigo, quien ha estado en todos los cumpleaños de sus hijos, el ufólogo Jaime Mausan.
Gracias a la cultura de masas y a la ciencia ficción, la vida alienígena ocupa un lugar tan relevante en el imaginario colectivo y la sociedad estadounidense, que en México solamente podríamos equiparar con la devoción a aquellos fenómenos que sincretizan elementos de tradición prehispánica y católica.
Estos fenómenos son materializaciones de la fe en la cultura popular; dícese apariciones de vírgenes en tortillas, nahuales, brujas y hasta avistamientos del chupacabras. Los aliens también han sido parte de la cultura popular mexicana, aunque de forma un poco más secundaria que de la estadounidense.
En los Exvotos, tradición pictográfica del siglo XIX en la que creyentes retrataban los milagros que atestiguaban, observamos una perfecta representación de esta extensa mitología, pues las historias milagrosas incluyen apariciones de seres mágicos, religiosos y por supuesto, aliens.
La noche del 24 de Junio, el mero día de San Juan los marsianos se llevaron a mi compadre. Le doy infinitas gracias a San Pancrasio de que a mi no me llevaron y me quedó el camino libre con mi comadre. Santa Rita 1927. Gonzalo Hernández. Fuente: http://retablos.ru/en/
Todos miramos al cielo, a veces en busca de respuestas, de esas que se manifiestan en forma de fe o en forma de silencio, silencio que apacigua el bullicio mental de los problemas cotidianos. También gustamos de crear historias fantásticas cuando presenciamos fenómenos que escapan de explicaciones convincentes. ¿Crees que haya vida en otros planetas? Pongo los ojos en blanco cada vez que me hacen esta pregunta, pues mi resolución es tan simple que me parece una obviedad: es humanamente egoísta pensar que somos la única forma de vida capaz de habitar un universo de posibilidades infinitas, e ingenuo el intento de hacer cognoscibles todas las formas de existencia, considerando los límites de nuestros sentidos humanos.
Testigos de todo el mundo afirman haber observado Fenómenos Anómalos No Identificados, algunos incluso, lo han hecho bajo juramento. Pero algo consistente en estas investigaciones es la falta de transparencia. Expertos de la aeronáutica y de las ciencias espaciales también concuerdan que, en los últimos años, el cielo visible se ha transformado notablemente por la acción humana, y muchos de los misteriosos avistamientos tendrían que ver con estas modificaciones.
Más allá de conspirar entre lo que existe, lo que no existe, lo que proyectamos y lo que no podemos entender, la humanidad está avanzando más que nunca su agenciamiento del espacio, o al menos de una milmillonésima fracción de éste; comenzando por el satélite natural de la Tierra; la Luna.
Así seamos escépticos o creyentes, la historia oficial es que Neil Armstrong y Buzz Aldrin fueron los primeros humanos en pisar la luna en 1969 en la misión Apollo 11. Este hito marcó un punto de inflexión en la exploración espacial y fue el resultado de una intensa carrera espacial* que comenzó en la década de 1950. –Carrera espacial es un eufemismo para esa competencia en la que Estados Unidos y la Unión Soviética midieron sus falos a través de constantes despliegues de superioridad tecnológica y militar y en la que el ganador fue el primero en profanar el prístino suelo lunar–.
Apollo 11 corrió a cargo de la NASA, pero en nuestra década la historia de esta gloriosa agencia espacial dio un giro. La institución que alguna vez fue el pináculo de la tecnología e investigación espacial, planea demoler 700 de sus edificios pues son obsoletos y su mantenimiento carísimo de París.
La nueva generación de científicos, argumenta que sus instalaciones son decadentes y no se comparan con las desarrolladas por el sector privado, como SpaceX, Blue Origin, ispace, o Astrobotic Technology. Como alternativa para su financiamiento, comienzan a plantearse subir al tren del turismo espacial (más millonarios implosionando es una iniciativa interesante). Aún así, la misión Artemis, planea mandar a la primera mujer a la luna en 2025.
En las últimas décadas, más países se han sumado a la carrera por colonizar el espacio visible.
En agosto de este año, India aterrizó con éxito en el polo sur de la luna con la misión Chandrayaan-3, convirtiéndose en el cuarto país en aterrizar en el satélite después de Estados Unidos, la Unión Soviética y China, y consolidándose como una potencia espacial emergente que planea enviar una misión tripulada para inicios de la década de 2030.
El objetivo de Chandrayaan-3 era estudiar las regiones de agua helada del polo sur de la luna. El módulo de aterrizaje de la misión, Vikram, se posó en la región de Mansrover, que se cree que contiene grandes cantidades de agua helada. Aunque se conspire que desde hace un par de décadas existen bases permanentes en la luna, y la ufóloga, erudita, actriz y conspiradora profesional, Martha Higareda lo asegure, no hay versiones oficiales que lo confirmen. Hasta ahora, las misiones tripuladas a la luna se han limitado a visitas breves, pero hay varios proyectos en marcha para establecer una presencia permanente en sus terrenos.
Las misiones lunares son un trend para la iniciativa privada, cuyo capital puede proporcionar la innovación e inversión necesarias para hacer realidad los sueños de la exploración espacial científica, turística y extractivista.
Estos son apenas los primeros pasos hacia un futuro que se proyecta fuera de la tierra, y es precisamente este tráfico espacial en aumento, lo que ha modificado la visibilidad estelar.
SpaceX, liderada por Elon Musk, ha tomado uno de los papeles protagónicos en el ámbito de la colonización espacial. Desde 2002, la empresa ha realizado un gran número de misiones espaciales, incluyendo tanto lanzamientos comerciales como misiones de exploración científica.
Quizás la más ambiciosa hasta el momento (dejando de lado la visión de colonización de Marte) ha sido la creación de Starlink y su constelación de cohetes. Yo, en lo personal, me quedé fría cuando vi por primera vez una línea de luces atravesando la bóveda estelar en medio del cielo nocturno e inmediatamente fui a investigar de qué se trataba.
Debo decir que fue decepcionante descubrir que lo observado no representaba un encuentro del tercer tipo, sino una caravana de más de 4,600 satélites puestos en órbita por Starlink, con la misión de llevar internet de alta velocidad a todo el mundo. TODO, incluso áreas rurales o remotas, donde las conexiones tradicionales eran limitadas o inexistentes.
Se estima que hacia el 2030, sean alrededor de 80,000 los satélites que orbiten la tierra. Los de Starlink han abierto el debate acerca de los problemas que conlleva tener el cielo tan concurrido. Muchos de estos satélites están en desuso, y muchos otros son enteramente basura; chatarra que orbitará la tierra por los siglos de los siglos y que, además de contaminar la atmósfera, corre el riesgo latente de colisionar con objetos en tránsito, como naves u otros satélites.
Otra gran preocupación para la comunidad astronómica, es que este tráfico altera e interrumpe la observación espacial de importantes telescopios como el Hubble, que ha sido pieza clave para entender galaxias, estrellas lejanas, nuestro sistema solar y lugar en el universo. Las interferencias por objetos en las imágenes tomadas con altos tiempos de exposición han ido en aumento tras los años.
Por supuesto, existen también implicaciones en la soberanía, cuando una sola empresa orbita y monitorea el globo en su totalidad. La última disyuntiva que Starlink y su dueño han enfrentado, involucra grandes actos de guerra, pues la compañía ha sido crucial para llevar internet de calidad a remotas regiones Ucranianas sacudidas por el conflicto bélico, dando la posibilidad a este país de coordinar operaciones civiles y militares, de mantener comunicación de calidad entre las tropas y de acceder a información de inteligencia, pero, recientemente, Musk negó el acceso ucraniano a los servicios de Starlink en la península de Crimea tras una solicitud de emergencia por parte de Kiev, argumentando que, de activar el acceso en esa zona, estaría siendo cómplice de un acto de guerra.
¿A quién pertenece el cielo? Dejo en la mesa esta pregunta.
Foto de Vincentiu Solomon en Unsplash
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