De acuerdo con el World Economic Forum (WEF), casi 800 millones de personas pasan hambre todos los días en todo el mundo. Asimismo, más de 2 mil millones de individuos carecen de los nutrientes necesarios para tener una vida saludable y, además, se espera que un tercio de la población tenga sobrepeso u obesidad para 2030. En respuesta a estos datos tan alarmantes, es necesario analizar las áreas de impacto y tendencias de consumo que marcarán el futuro de la comida y la alimentación.
El crecimiento acelerado de la población, la urbanización en aumento y una expansión de la clase media son factores relevantes para tomar en cuenta cuando hablamos del futuro de la comida, la seguridad alimentaria y nutricional, ya que ejercerán una alarmante presión adicional sobre el medio ambiente. Bajo esta línea, la industria agrícola necesita urgentemente una renovación significativa, pues, además de ser una de las mayores responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, es uno de los sectores peor golpeados y más vulnerables respecto al cambio climático.
La “revolución verde” ha llamado la atención y provocado la disrupción entre los inversores en alimentos y bebidas, pues los consumidores son cada vez más conscientes de su huella ambiental. Cadenas de fast food como Burger King, McDonald’s o Dairy Queen tienen ya su opción basada en plantas en su menú, marcando un referente en las tendencias de consumo en el futuro de la comida.
Ser más consciente de su huella ambiental también generó que los consumidores cambiaran sus hábitos de consumo de cara al futuro de la comida y su industria. En 2019, un estudio reveló que el 65 por ciento de los consumidores globales están comiendo y bebiendo más alimentos y bebidas de origen vegetal debido a la reducción en el impacto ambiental en comparación con los tradicionales. Un dato contrastante es que incluso los productos animales de menor impacto consumen más recursos que la proteína vegetal promedio.
El Good Food Institute descubrió que la carne de origen vegetal utiliza entre un 47 y un 97 por ciento de menos tierra, entre un 72 y un 98 por ciento de menos agua y produce entre un 30 y un 90 por ciento menos de emisiones de efecto invernadero comparada con los productos cárnicos tradicionales.
Aún es temprano para saber con certeza los valores del mercado de la carne alternativa, pero es seguro que será clave para el futuro de la comida de cara al desarrollo sostenible y a las nuevas tendencias de consumo. Estimaciones del Boston Consulting Group indican que la carne alternativa podría representar el 22% del mercado total para 2035, equivalente a un mercado de 290 mil millones de dólares, en comparación de su valor en 2020 de 4,3 mil millones.
Con proyecciones más agresivas, AT Kearney establece que para 2035, la carne alternativa podría representar el 45 por ciento del mercado de carne, y hasta el 60 por ciento para 2040.
Uno de los principales motivos por los cuales las empresas no transitan hacia esta tendencia es el tamaño del mercado. No obstante, la demanda de los consumidores cambia rápidamente y esto ha captado la atención de las industrias de alimentos y bebidas. De igual forma, las empresas hoy en día se enfrentan a un mundo conectado, en el cual las opiniones y reseñas de usuarios y consumidores han cobrado un valor importante, haciendo ver que la reputación de la marca tiene relación con el desempeño de las ventas. Cualquier empresa que no esté dispuesta a transitar hacia un desarrollo y una producción más sostenible, será duramente juzgada por la audiencia.
Un ejemplo de ello fue el anuncio de bancarrota de Dean Foods y Borden Dairy, ambos grandes productores de productos lácteos en Estados Unidos. Aún antes de la entrada de la pandemia, atribuyeron sus luchas financieras, entre otras, a la competencia de alternativas no lácteas.
Al contrario, una transición exitosa fue la de JBS, la compañía cárnica más grande del mundo, cuando en junio de 2020 comercializó su propia línea de hamburguesas y salchichas a base de plantas. Asimismo, creó Ozo, su primera subsidiaria centrada en proteínas de origen vegetal.
También grandes como Nestlé han centrado sus esfuerzos la fabricación de productos a base de plantas de cara al futuro de la comida y su industria. En 2017, después de comprar Sweet Earth Foods, empresa dedicada a la fabricación basada en plantas, Nestlé invirtió 103 millones de dólares para construir una instalación de fabricación basada en plantas en China.
Solo hay que echar un ojo a los estantes de los principales supermercados, donde las alternativas tales como leche de almendras, soya o coco han ganado más espacio. Dichos cambios en la demanda de los consumidores no solo representan riesgos para las empresas tradicionales de carnes y lácteos, sino oportunidades para ser un participante activo en el futuro de la comida, sus tendencias y áreas de impacto.
Como ya se mencionó anteriormente, una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero es la agricultura y la ganadería. Por tanto, no es insostenible pensar que nuestras decisiones al momento de alimentarnos pueden tener un impacto significativo para reducir la huella ambiental en el planeta y en lograr un desarrollo sostenible del futuro de la comida y su industria.
La sostenibilidad, entonces, surge como parámetro de cualquier compañía, pues es y seguirá siendo uno de los factores de consumo en el futuro de la comida. Ahora más que nunca, el consumidor ha cobrado consciencia de las consecuencias de su consumo, por lo tanto, el costo de lo consume ya no se reduce solo a lo que come.
No está de más analizar lo que significa el concepto de “huella ambiental”; se trata de la medida del impacto ambiental que genera un producto o servicio a lo largo de su vida. Esto permite analizar el desempeño ambiental de alguna empresa, o bien, a nivel personal. Según TwEnergy, entre los factores que se deben tomar en cuenta para calcular la huella ambiental destacan el crecimiento de la población, la pérdida de suelo fértil, deforestación, agotamiento de recursos y el aumento de consumo.
La revista The Lancet, en 2019 publicó un artículo analizando las variantes para lograr una dieta saludable y al mismo tiempo, amigable para el medio ambiente. De ahí nació The planetary health diet o dieta sana planetariana, una dieta flexitariana, de base vegetariana en la cual pueden aparecer productos animales como pesado y, raramente, carne.
Es ingenuo pensar que se encontrará una sola solución para hacer del futuro de la comida algo sostenible, sobre todo tomando en cuenta la actual producción de los alimentos. Es decir, la dieta más beneficiosa para el planeta no puede ser pensada como algo universal, sino ser adecuada respecto a cada zona.
El WEF explica la necesidad imperante de reducir la huella ambiental para asegurar el futuro de la comida y su industria. Los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático, como la sequía, las inundaciones y las olas de calor, aumentan la volatilidad de los precios agrícolas, desencadenan crisis alimentarias e interrumpen las cadenas de suministro mundiales.
Bajo este contexto, las implicaciones de esto son más graves para los países con menores ingresos: la sequía en el Cuerno de África en 2011 expuso a 13,3 millones de personas en la región a una inseguridad alimentaria extrema, por ejemplo, resultando en altos niveles de desnutrición y un alto riesgo de enfermedades infecciosas.
Asimismo, la agricultura también puede ser uno de los principales impulsores de la degradación de la tierra, la deforestación y las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el Instituto de Recursos Mundiales, la producción de alimentos de origen animal (como productos lácteos y carne) fue responsable de aproximadamente dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2016, relacionadas con la producción en 2009.
Mientras tanto, se estima que un tercio de toda la tierra cultivable está degradada debido al uso excesivo de agroquímicos, la mala gestión del suelo y las técnicas agrícolas deficientes, mientras que la deforestación ha surgido como un problema de creciente importancia. De esta forma, el futuro de la comida dependerá de los esfuerzos conjuntos para reducir estos resultados de la actividad humana.
El 70 por ciento de los pobres trabajan en la agricultura y el mundo se puso como objetivo para 2030 erradicar la pobreza extrema. Entonces es natural llegar a la conclusión de que los pequeños agricultores necesitan más apoyo para aumentar sus rendimientos e ingresos.
Para lograr un futuro de la comida más sostenible y accesible, el sector agrícola debe crear más oportunidades económicas para los pequeños agricultores, mujeres y jóvenes, sentencia el WEF. En la misma línea, un artículo publicado por el International Food Policy Reseach Institute establece que el desarrollo de cadenas de valor alimentarias inclusivas responde a una reducción de la pobreza.
En dicho artículo, los expertos Rob Vos y Andrea Cattaneo explican que, debido a la urbanización, el aumento de los ingresos y los cambios en las dietas, el futuro de la comida y su industria podría estar en África y el sur de Asia. Gran parte de los mercados de alimentos se han expandido en estas regiones, creando un gran potencial de oportunidades de empleo e ingresos a lo largo de las cadenas de suministro de alimentos.
Por esta parte, en la actualidad hay alrededor de 9,6 millones de jóvenes entre 15 y 29 años que viven de la agricultura en América Latina. No obstante, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) reveló que esa cifra cayó un 20 por ciento en la última época, a consecuencia de las dificultades de acceso a financiamiento e infraestructuras.
A pesar de existir un gran número de empresarios rurales jóvenes con la capacidad de despegar un negocio, no hay a su disposición programas de asesoramiento y crédito para este público, ocasionando que el camino sostenible del futuro de la comida se vea truncado para este sector.
De la misma forma, el futuro de la comida será de la mano de las mujeres o no será. Incrementar el acceso de las mujeres a la tierra es fundamental para combatir el hambre y la pobreza. No obstante, la brecha de género también es ampliamente visible en la industria agrícola, siendo las disparidades en el acceso a la tierra significativas en la mayoría de los países, sin importar su nivel de desarrollo. Las mujeres representan el 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola a nivel mundial, se desempeñan como productoras, procesadoras, comerciantes, consumidoras, científicas y encargadas de políticas públicas.
Ante esta realidad, durante el Diálogo de Asia Meridional sobre mujeres, trabajo y sistemas alimentarios, se identificaron ideas revolucionarias para lograr un futuro de la comida justo, transformador y equitativo en términos de género.
Cerrar la brecha de recursos de género, así como aumentar los accesos y los derechos de las mujeres a los recursos y servicios fue uno de los puntos prioritarios. Esto incluye servicios de extensión, seguridad de la tenencia de la tierra y acceso a tecnologías. Asimismo, pusieron en marcha la iniciativa Global Food 50/50 la cual informa, inspira e incita a la acción y la responsabilidad por la igualdad de género y la equidad en salud.
La inclusión en la industria agrícola de jóvenes, pequeños productores y mujeres hará la idea de un futuro de la comida justo y sostenible una realidad, pues está asociado con una mayor seguridad alimentaria, una mejor gestión de los impactos del cambio climático y una mejor nutrición para las comunidades.
El desarrollo de cadenas de valor alimentarias sostenibles se convierte en un punto de inflexión importante para asegurar un brillante futuro de la comida y su industria, pues puede ofrecer importantes oportunidades de reducir la pobreza en millones de hogares de los países en desarrollo.
Cadena de valor alimentaria sostenible: “todas aquellas explotaciones agrícolas y empresas, así como las posteriores actividades que de forma coordinada añaden valor, que producen determinadas materias primas agrícolas y las transforman en productos alimentarios concretos que se venden a los consumidores finales y se desechan después de su uso, de forma que resulte rentable en todo momento, proporcione amplios beneficios para la sociedad y no consuma permanentemente los recursos naturales”.
FAO. 2015. Desarrollo de cadenas de valor alimentarias sostenibles: principios rectores. Roma
Por otra parte, las cadenas de valor en el sector alimentario son complejas y es posible que las causas reales de su rendimiento ineficiente no sean tan evidentes. El paradigma del desarrollo de cadenas de valor alimentarias sostenibles y eficientes afectará al futuro de la comida y su industria, y parte del supuesto de que la inseguridad alimentaria constituye un síntoma de la pobreza. Es decir, los hogares que tienen suficientes recursos económicos en todo momento crean la demanda efectiva que impulsa la oferta de alimentos.
De esta manera, una mejora en el sistema alimentario traería de la mano mejoras competitivas que reducirían los costos de los productos alimentarios para los consumidores, así como un incremento de sus beneficios en pro a un futuro de la comida accesible para todos los sectores humanos.
Las cadenas de valor eficientes y sostenibles cobran relevancia en el futuro de la comida y su industria como motores de crecimiento, que impactarán directamente en los salarios para los trabajadores, rentabilidad de los activos para los empresarios y propietarios de estos activos, recaudación tributaria para los gobiernos, un mejor suministro de alimentos para los consumidores y una repercusión neta en el medio ambiente.
En este sentido, la sostenibilidad de la cadena de valor se despliega simultáneamente en tres dimensiones: económica, social y medioambiental. En la parte económica, una cadena de valor mejorada existente o propuesta se considera sostenible si las actividades necesarias en el nivel de cada actor o proveedor de apoyo son viables desde el punto de vista comercial (rentables para los servicios comerciales) o fiscal (para los servicios públicos).
Asimismo, en la dimensión social, la sostenibilidad se refiere a resultados social y culturalmente aceptables con respecto a la distribución de los beneficios y costos asociados a una mayor creación de valor.
Finalmente, en la dimensión medioambiental, la sostenibilidad se determina por la capacidad de los actores de la cadena de valor para evitar en gran parte o por completo las repercusiones negativas de sus actividades de valor añadido en el entorno natural; cuando sea posible, las repercusiones deberían ser positivas.
Según estimaciones del WEF, para 2030 un tercio de la población mundial tendrá sobrepeso y obesidad. Bajo este mismo contexto, mientras más aumentan las tasas de obesidad en el mundo, muchos países en desarrollo se enfrentan de manera simultanea a la desnutrición. Ante escenarios tan complejos, es necesario que el futuro de la comida tenga como eje la salud y la nutrición.
Un informe elaborado por la Comisión para la Intensificación de la Agricultura Sostenible arroja que aumentar la inversión pública y privada en investigación e innovación agrícola en solo 4 mil millones de dólares en Asia Oriental, Asia Meridional, América Latina y el Caribe lograría el segundo punto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el cual establece un futuro de la comida y su industria sin hambre, con seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición, así como la promoción de la agricultura sostenible.
Dentro de este punto, el futuro de la comida y su industria estará ligado al comercio minorista, los bienes de consumo y el estilo de vida de sus consumidores. Ante la creciente demanda de alimentos es necesario y casi obligatorio reconocer los cambios en los patrones de consumo y cómo estos marcan el camino de las estrategias de la industria alimentaria, sujeta a constantes transformaciones.
Una de las transformaciones que está viviendo actualmente la industria alimentaria son los cambios de comportamiento en el consumo tras la pandemia de Covid-19. Esto, sin duda, será relevante cuando analicemos el panorama del futuro de la comida y sus implicaciones en la cadena de valor, huella ambiental, entre otras áreas de impacto.
Según The Food Tech, sitio de referencia para profesionales de la industria alimentaria, en 2021 ya se pueden vislumbrar las tendencias y hábitos de consumo que protagonizarán el futuro de la comida. La tendencia se enfoca en priorizar la salud, por tanto, la alimentación personalizada y la seguridad alimentaria serán esenciales.
En este sentido, habrá mayor preocupación por dietas las cuales impacten positivamente en la salud. Bajo esta línea, se ha registrado un aumento en la búsqueda de alimentos funcionales, así como aquellos que ayuden a reforzar el sistema inmune, surgiendo el concepto de Food for immunity.
A la par, como ya se mencionó anteriormente, seguirá vigente la competencia entre proteínas vegetales o alternativas y productos de origen animal. Asimismo, la crisis económica también orilló a los consumidores a realizar compras racionales y tener un mayor criterio económico. Por otra parte, expertos del sector coinciden en que el futuro de la comida y la industria alimentaria se adaptará a las directrices dictadas por la pandemia de Covid-19.
Uno de los retos para el futuro de la comida y la agricultura será alimentar a las 9 mil 900 millones de personas que habitarán el planeta en 2050, de acuerdo con la ONU. Ante este panorama, empresa y gobiernos a nivel internacional han puesto en perspectiva sus prácticas y modelos de negocios, orillando al sector agricultor y alimentario a apostar por un desarrollo sostenible y eficiente.
Bajo este contexto, son las herramientas tecnológicas como la inteligencia artificial o el Internet de las Cosas (IoT) las que están ayudado al sector a alcanzar un futuro de la comida más sostenible. En este sentido, el sector alimentario siempre estará en permanente búsqueda de procesos eficientes y mayor productividad, aquí entran en juego las estrategias agrícolas sostenible como tendencia irreversible.
Ya desde el año 2018, la innovación tecnológica marcaba el camino para la agricultura de precisión a través del uso de tecnologías como la IoT, dispositivos conectados, drones, por ejemplo, con el fin de automatizar y optimizar procesos. Fue entonces cuando empresas optaron por unificar la información de maquinaria y software, así como mayor conectividad para iniciar ecosistemas.
La industria agricultora es una de las más incomprendidas en la comunidad tecnológica. Durante una charla en el Consumer Electronics Show 2021 (CES 2021), Sid Gorham, presidente de Corteva Agriscience contó su experiencia referente a la inclusión tecnológica de la industria:
Uno de los principales retos para la industria agrotech está en desarrollar soluciones que se ocupen de las necesidades específicas del trabajo de los agricultores. Una recolección y un buen análisis de data de máquinas, robots y nuevas tecnologías será la base para incorporar cualquier innovación al futuro de la comida y la industria. Asimismo, acelerar la adopción de métodos sostenibles al medio ambiente también requiere de dicha base.
Por otro lado, las inversiones en tecnología agrícola han mejorado sustancialmente los niveles de vida en los lugares más pobres del mundo, según un artículo publicado en la revista VoxDev. La innovación alimentaria no solo se verá en las herramientas tecnológicas usadas por el sector, sino en la aplicación de técnicas para el mejoramiento de cultivos, dadas a conocer a partir de la Revolución Verde.
En un inicio, las variedades de cultivos de alto rendimiento se desarrollaron para el arroz, trigo y maíz, principalmente, pero los científicos extendieron su uso a otros cultivos. Así, el aumento de la producción de estos alimentos fue masivo y casi inmediato en las zonas arroceras de Asia y las zonas centrales de cultivo de trigo de Asia y Latinoamérica.
Otro ejemplo relevante en la innovación alimentaria están las semillas mejoradas genéticamente. Entre sus beneficios destacan el alto rendimiento, la tolerancia a los efectos negativos del cambio climático, plagas y enfermedades, así como las oportunidades de alimentos más nutritivos. Si bien la aceptación de estas semillas está por arriba del 50 por ciento por parte de los agricultores medianos y grandes en países como México, aún faltan incentivos para incrementar su presencia para un futuro de la comida más eficiente y mejorado.
El crecimiento de la población, una clase media en expansión y la urbanización están presentando desafíos el futuro de la comida y su industria, así como para los sistemas alimentarios. Asimismo, los cambios demográficos están teniendo un impacto importante en la demanda mundial de alimentos.
Por ejemplo, al contrastar datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, se espera un crecimiento de la población mundial para 2030 de mil millones de personas, de 7 mil 600 millones en 2017 a 8 mil 600 millones. Siguiendo los cálculos, el organismo establece sus perspectivas en un aproximado de 9 mil 800 millones en 2050.
Aunado a dichos números, la mayor parte de este crecimiento ocurrirá en países en desarrollo; en África, por ejemplo, se proyecta que las poblaciones de 26 países al menos duplicarán su tamaño entre 2017 y 2050. Una vez más, se comprueba la necesidad de incluir a la región de África en el panorama del futuro de la comida y la alimentación en cuanto a sus procesos y cadenas de valor.
De igual manera, los sistemas alimentarios alrededor del mundo deberán estar preparados para satisfacer un aumento significativo de la demanda mundial de alimentos y, al mismo tiempo, proporcionar dietas de alta calidad.
La urbanización global también está afectando el panorama del futuro de la comida en cuanto a la demanda de alimentos. Según el informe World Urbanization Prospects de la ONU, el porcentaje de personas que viven en áreas urbanas aumentará del 55% en 2018 al 68% para 2050. De los 2 mil 500 millones de personas que se prevé que se transiten hacia la población urbana para 2050, casi el 90% de ellos estarán en Asia y África.
Conforme la urbanización permea más en las sociedades, son menos las personas que se dedican a la agricultura. Asimismo, los estilos de vida de las personas han cambiado a lo largo del tiempo, sobre todo tras la pandemia de Covid-19, marcando un hito para el futuro de la comida y su industria. En este sentido, la proporción de alimentos que requieren un uso intensivo de recursos, con un impacto ambiental más fuerte debido a su producción, se vuelve más frecuente en la dieta de las personas, así como una ingesta calórica que aumenta de manera significativa.
De igual manera, la clase media crece rápidamente en los mercados en desarrollo, pero ahora está ignorando los alimentos básicos anteriores. Según sugiere el WEF, la clase media consume más alimentos procesados, carne, pescado, aves y lácteos.
Hace casi 10 años (2012), la FAO indicó que los impactos combinados de una población en crecimiento y una clase media en expansión podrían aumentar la demanda mundial de alimentos en un 60% para 2050. Por ello, se han identificado algunas formas potenciales de abordar la creciente demanda ante la necesidad de un sostenible futuro de la comida.
Una investigación publicada por el Instituto de Medio Ambiente de la Universidad de Minnesota encontró que solo el 55% de las calorías de los cultivos mundiales las consumían los seres humanos, ya que el 36% se utilizaba para alimentación animal y el 9% se destinaba a biocombustibles y usos industriales. Cultivar más alimentos exclusivamente para el consumo humano directo podría aumentar las calorías de los alimentos disponibles hasta en un 70% y alimentar a 4 mil millones de personas más.
En un mundo ideal, es de esperar que para 2050, cuando los especialistas sitúan una estabilización de la población mundial, se haya reducido el déficit alimentario, haya aumentado el consumo de alimentos per cápita en los países donde escasea y se hayan diversificado los regímenes alimenticios en la población. No obstante, lograr dichas metas representa un reto para el futuro de la comida, en lo que refiere a los sistemas de producción de alimentos, recursos naturales e impacto medioambiental.
Temas:
Mis conocimientos en redacción, análisis de texto, lingüística y literatura han ayudado al equipo de trabajo a generar contenidos de calidad. Feminista, comprometida con la sociedad, amante de los animales y de escribir.